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La historia de dos perdedores

Esta es la historia de dos perdedores. En realidad no considero que perdieran, pero las circunstancias durante su vida hacen ver que fue así. Y no perdieron, porque, por suerte y por desgracia,  ahora podemos disfrutar de las consecuencias de la obra que realizaron ambos durante casi toda su vida, aunque sean completos desconocidos para el público. Esta es la historia de un héroe que no lo fue y un villano que no tenía intención de serlo. Es otra historia de cómo la ciencia puede utilizarse para lo mejor y lo peor.

Clair Cameron Patterson, oriundo de Iowa, era un joven químico cuando en 1948 se encontraba realizando su tesis doctoral a los 26 años. El director de su tesis, Harrison Brown, le encargó el sencillo trabajo de de contar isótopos de plomo en las rocas volcánicas para determinar la edad de la Tierra. Un trabajo que debería haber sido sencillo, se convirtió en una odisea técnica y de investigación, al necesitar rocas extremadamente antiguas con isótopos de plomo y uranio, por lo que se le ocurrió la idea de recurrir a los meteoritos, que son, de hecho, los restos de los materiales con los que se creó nuestro planeta.

Tras cinco años de arduo trabajo, en 1953 Patterson por fin pudo determinar la edad de la Tierra en nada menos que 4.550 millones de años, con un error de 70 millones de años. Hoy en día es una cifra que no nos asusta (a pesar de ser difícilmente imaginable para nuestra limitada concepción del tiempo) que se ha mantenido hasta hoy, pero que en aquella época (hace sólo 60 años) supuso un mazazo a las convicciones geológicas de la élite científica, por no hablar del fundamentalismo religioso creacionista.

La mayor dificultad que encontró Paterson, aparte de la evidente escasez de restos de cometas en la Tierra que no se hayan volatilizado al contacto con la atmósfera, fue que las muestras se contaminaban invariablemente con plomo atmosférico, lo que dificultaba extremadamente el conteo de isótopos originales. Como buen científico, se preguntó de dónde salía esta extraña contaminación y los efectos que podría tener sobre el ser humano.
¿Te suena?
El plomo rara vez se encuentra en estado elemental, sino que siempre está mezclado, como en la galena, carbonatos y sulfatos. Sin embargo, desde muy antiguo se usó por su maleabilidad, encontrándose restos de escritos en este material en la Grecia del 700 ac, o en las tuberías de los baños romanos. Sin embargo, poco se había estudiado sobre su efecto en el ser humano en la época de Patterson, ya que el plomo no se expulsa del cuerpo, sino que permanece en los huesos y la sangre, por lo que los estudios de los patólogos no eran concluyentes.

Algunos de estos efectos son daño a los riñones, al cerebro y a la fertilidad masculina, desarrollo de ciertos tipos de cáncer y perturbaciones en el comportamiento. La Wikipedia dice queun estudio realizado en mayo de 2000 por el consultor económico Rick Nevin demostró que de un 65% a 90% de los crímenes violentos realizados en Estados Unidos tienen como causa la exposición al plomo. En el 2007, Nevin demostró, en un nuevo estudio, que la exposición al plomo (tomando el nivel en sangre de plomo) por parte de un 60% de los niños y adolescentes conlleva un bajo nivel de coeficiente intelectual, carácter agresivo y antisocial con tendencia a lo criminal”.
Imagen extraída de Siempre Natural con los efectos del plomo en el ser humano
Los “testigos de hielo” son una forma de conocer cómo era la atmósfera en la antigüedad. En Groenlandia hay zonas donde prácticamente siempre se ha depositado nieve año tras año, capa tras capa. Y cuando digo siempre, es siempre. Es una forma muy fiable de saber el nivel de oxígeno y otras sustancias en distintas épocas, incluso muy anteriores a la aparición del ser humano. En la época en la que Patterson dedujo la edad de la Tierra, se comenzaba a utilizar esta forma de investigación. Y lo que descubrió fue terrorífico: la atmósfera estaba llena de plomo desde hacía sólo 30 años, es decir, desde 1923. ¿Qué había pasado desde aquél año?
Recolecta de testigos de hielo
Thomas Midgley fue un ingeniero oriundo de Ohio, que a los 32 años (en 1921) trabajaba para la General Motors Research Corporation investigando cómo reducir la trepidación de los motores (el clásico petardeo del tubo de escape). Para ello, y como aficionado a la química, utilizó una mezcla de gasolina y plomo tetraetílico, que redujo considerablemente el petardeo y aumentó la estabilidad de los motores de combustión. Este descubrimiento fue la primera patente sobre la que se erigió la Ethyl Gasoline Corporation, formada por los tres gigantes General Motors, Du Pont y Standard Oil, que se dedicaron a fabricar plomo tetraetílico en cantidades industriales, suficiente para abastecer toda la creciente demanda de la floreciente industria del automóvil. El año en el que empezó a comercializarse esta mezcla fue… Sí, 1923.

Que los trabajadores de la Ethyl comenzaran a morir con extraños síntomas no impidió que se siguiera fabricando. El mismo Midgley hizo alguna demostración de lo inocuo que era su compuesto, respirando el compuesto en público. Lo que no se sabía es que estuvo enfermo muchas veces, probablemente a causa de su exposición continua al plomo.
Cartel publicitario de la época
Evidentemente, en 30 años esta compañía se había vuelto lo suficientemente poderosa como para que un simple científico como Patterson pudiera influir en la fabricación de su compuesto estrella. De hecho, muchos de sus directivos eran figuras de alta relevancia y poder público, entre los que se encontraban jueces y políticos. Patterson vivió en sus propias carnes lo que es enfrentarse a un gigante industrial, con retiradas de fondos y anulación de contratos de investigación incluidos. Incluso su puesto en el Instituto Tecnológico de California (más conocido como Caltech) peligró cuando la Ethyl ofreció financiar una cátedra si se le expulsaba. A pesar de ello, jamás cejó en su lucha contra este contaminante ni dejó su puesto de trabajo.

Pero los hechos y las evidencias cayeron por su propio peso. En 1970 se aprobó la Ley de Aire Limpio en Estados Unidos, consiguiendo retirar del mercado toda la gasolina con plomo del país en 1986. Habían pasado 33 años desde el fatídico descubrimiento de Patterson, y el nivel de plomo en sangre de los estadounidenses se redujo en un 80% en sólo cuatro años, quedando en “sólo” 625 veces más que antes de 1923. Es el único logro que vio Patterson en vida. Recuerda, el plomo es un compañero fiel que estará contigo hasta el fin de tus días, y mucho después.

Midgley trabajando con uno de sus motores
Antes de que Midgley falleciera de una forma bastante extraña, le dio tiempo a dejarnos otro regalito: los clorofluorocarbonos o CFC, un gas estable, no corrosivo y respirable, con un apetito voraz por el ozono y una capacidad asombrosa para acumular calor. Un kilo de CFC puede destruir 70 toneladas de ozono atmosférico e intensificar el efecto invernadero 10.000 veces más que el dióxido de carbono. Pero, eso sí, en la época en la que Midgley comenzó a usarlos fueron el santo grial del la industria al ser inocuos para el ser humano: refrigeradores, sprays o inhaladores para el asma, contenían a estos pequeños cabrones que, tranquila y pausadamente, se iban comiendo poco a poco el ozono atmosférico que nos protege de los mortíferos rayos cósmicos. Aún hoy en día, y a pesar de las continuas campañas para prohibir su uso y el tinte ecológico que las compañías le dan a sus productos añadiendo un flamante “no contiene CFC” en sus productos, se sigue utilizando y comprando en países del tercer mundo a pesar de los esfuerzos del Tratado de Montreal por impedirlo.
La forma en que los CFC se comen el ozono atmosférico
Midgley falleció en 1944, repudiando en secreto el uso del plomo en la gasolina y convencido de que los CFC habían sido su contribución beneficiosa al progreso de la humanidad. Contrajo la polio en 1940 quedando semi paralítico, lo que no le anuló como ingeniero: construyó un complicado mecanismo con poleas alrededor de su cama para poder valerse por sí mismo. Se le encontró estrangulado entre los cordones de su máquina. Nunca fue consciente de que sus contribuciones al progreso fueron también mortíferas para todo el planeta.
Agujero de la capa de ozono en la Antártida en el año 2000
Patterson sólo alcanzó la fama por su datación de la verdadera edad de la Tierra, pero no por sus esfuerzos por erradicar los productos que la contaminan. Sólo en los últimos tiempos se está recuperando su nombre en pro de la ecología y el desarrollo sostenible. Sin embargo, en algunos países el plomo se sigue usando en numerosos materiales de alimentación, pintura o distribución de agua, aunque su uso se ha reducido considerablemente desde la publicación de un informe en 1978 en el que Patterson describía las acciones a tomar para evitar el aumento de la contaminación por plomo (en Estados Unidos se siguió usando la soldadura de envases de alimentos con plomo hasta 1993). Falleció en 1995 rodeado por sus seres queridos.

Mapa de Huelva en Google Maps.
Lo verde es la ciudad; lo blanco, las balsas de fosfoyesos

Nunca se señalan los verdaderos culpables. El conocido periodista ecológico Carlos de Prada señala en su blog respecto de la contaminación industrial en la provincia de Huelva: “Especialmente conflictivos son una serie de lugares de la geografía donde se concentran muchas industrias. Uno de los casos más patentes lo tenemos en la ciudad de Huelva, que no solo es un problema considerable a escala nacional, sino que puede ser considerada sin duda alguna como uno de los mayores puntos negros de contaminación a escala europea. Huelva tiene unos potentes polos químicos – petroquímica, fosfatos, papeleras, metalúrgicas,…- y unas balsas de residuos con fosfoyesos radiactivos con aguas ácidas, de una extensión similar a la de la ciudad. En su atmósfera se han detectado preocupantes niveles de arsénico y otras sustancias diversas que pueden producir cáncer y daños respiratorios diversos, desde la bronquitis crónica al asma enfermedad que tiene en esta ciudad la incidencia más alta de España, un 14%. En el aire, el suelo ,las frutas y algunos alimentos marinos, se ha detectado la presencia de pesticidas organoclorados como el DDT (y su metabolito el DDE) y se usan otros como endosulfán, lindano, clordano, dieldrín , aldrín, aparte de haber dioxinas, PCBs y hexaclorobenceno.
(…)
También es preocupante que, en la transición desde la falta de control casi total que existía, a otra con un control mayor pero nunca suficiente, se denunciasen situaciones fraudulentas preocupantes. Una de las más sonadas, por sus dimensiones, se dio en Huelva con el vertido de ingentes cantidades de residuos de ácidos débiles con metales pesados, procedentes del Polo Químico de la ciudad, en simples escombreras de minas de las sierras onubenses y sevillanas que tras filtrarse y rezumar desde ellas acababan en los ríos y el mar. Todo ello dentro de unos planes oficiales que se vendieron a la opinión pública como “modélicos” para la regeneración de la ría de Huelva.

Tampoco olvidemos que el propio Estado cambia las normas según convenga, como la de la directiva europea para la fabricación de cloro a partir de células de mercurio, ya que este sistema contamina el mar y su fauna, prorrogándola hasta 2020 (y luego ya veremos). Según este informe, ERCROS Aragonesas opera en Huelva con este sistema.

Sin embargo, desde la universidad se promueven estudios que dicen que esto no es así, que “la actividad minero-metalúrgica en la denominada Faja Pirítica Ibérica es responsable del 99% de la contaminación por metales pesados en los ríos Tinto y Odiel, mientras que a la industria química le atribuye una cifra que en Ciencia se denomina despreciable: menos del 1%”, según la prensa. Fuentes fiables de la universidad confirman que los depósitos sulfúricos masivos pueden ser causa de parte de la contaminación, pero desde luego, no del 99%.
Zona de la faja pirítica ibérica
Esta es la historia de estos dos perdedores. Midgley quiso hacer el bien para mejorar la calidad de vida de la humanidad y consiguió poner en peligro al planeta entero muchos años después de su muerte, con consecuencias que aún hoy padecemos. Patterson dio un paso de gigante en la datación de la edad de la Tierra (su cifra es la aceptada hoy en día, aunque con un margen de error menor), pero dedicó más de la mitad de su vida a una lucha sin cuartel contra las grandes corporaciones sin ética. Que yo sepa, nunca le reprochó nada a Midgley.

La tercera figura de esta escena, la Ethyl, continua “fabricando productos químicos y aportando soluciones a distintas industrias”, como dicen en su web. Las petrolíferas originales ya no tienen acciones en ella. Es lo bueno de las corporaciones, no hay responsabilidades, sólo venta de acciones.

Dos científicos perdedores. Una industria ganadora. Pero al final, perdemos todos.

FUENTES

Una breve historia de casi todo” de Bill Bryson